Al sur de la isla llegamos a un pequeño pueblo pesquero.
Callejones silenciosos de un blanco reluciente transmiten la palabra paz.
Los niños corren junto al puerto y hay gatos durmiendo a la sombra.
El olor del mar se cuela por las ventanas delanteras, el del pescadito frito por las de atrás.
El cielo, nublado en el horizonte; el viento, furioso; el corazón, en calma.
Estando aquí sentado en mi oficina leyendo esto, me han entrado unas ganas locas de poder teletransportarme a ese pequeño pueblo pesquero…
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Puedes hacerlo: cierra los ojos y da rienda suelta a tu imaginación 😉
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jajaja! Siendo lunes, y habiendo madrugado tanto, no me la juego a cerrar los ojos por más tiempo del que dura un parpadeo! 😉
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Jajajaja ¡qué precavido! Por suerte mañana es festivo… tiempo para dormir un poco más e imaginar 🙂
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Pues a mi, aqui sentado en mi «oficina», leyendo esto, me han entrado unas ganas locas de poder teletransportarme al mar y freir todos los pescaditos que en él moran y jamarmelos.
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Jajajaja genial. ¡La magia de la literatura! Unas pocas frases y tantas sensaciones 😉
¡Gracias por tu aportación!
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Binibéquer… A cada poco, un latido mio resuena allí.
Un placer encontrarte, tus palabras me resultan evocadoras. Me quedo por aquí.
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¡Gracias Andoni!¡Me alegro! 🙂
Bienvenido a Elladamn!!
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