Los baches del camino.

– Qué bien nos vendría en ocasiones un indicador como este… Una marca en el transcurso de la vida que nos asegurara: «vas por buen camino». ¡Qué sencillo sería entonces!

Ander miró a su abuelo sin comprender. A sus once años sabía que si veía esas marcas en el monte o en alguna pista forestal, le indicaban que iba por el camino establecido: no habría sorpresas, podría avanzar sin peligro. En ocasiones las lineas aparecían curvas ante sus ojos o incluso en cruz. Aquellas todavía no había aprendido a interpretarlas. Como las palabras de su abuelo.

Ambos avanzaban en paralelo por la pista que tantas veces habían recorrido, el chico miraba al hombre con los ojos abiertos como platos. El brillo de la ingenuidad destacaba en ese castaño oscuro heredado de su padre. La boca entreabierta, la curiosidad en la punta de la lengua. Intentó formular una pregunta, pero era tan poco lo que había alcanzado a entender de ese mensaje, que no supo qué decir.

-Pero no te preocupes, Ander- el hombre miró a su nieto con una expresión de amor incondicional -. Con el tiempo aprenderás a apreciar cada desvío. La clave está en cómo encares cada bache. Puede ser un soplo de aire fresco, algo de lo que aprender. O puede ser la losa que, atada a tu pie, te lleve al fondo del pantano… Lo más importante es que sepas que eso -el abuelo hizo un alto en el camino, tanto para admirar el paisaje que se alcanzaba a ver desde aquel punto, como para dar dramatismo a sus palabras -, depende de ti.

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2 Comments

  1. Es verdad que si durante nuestra vida tuviéramos señalamientos de cuando vamos por bien o mal camino sería formidable,pero le quitarian ese sabor que hace de la vida algo maravilloso y una experiencia inigualable, aunque si hay momentos en que nos dicen vas por buen camino o por mal camino pero somos ciegos o miopes y nuestra vanidad nos hace sordos a los avisos que cuando nos damos cuenta ya es demasiado tarde.

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    1. Estoy de acuerdo con lo que dices. A veces de nada sirve que alguien nos indique cuál es el camino… lo bueno es que, incluso de esos casos en los que uno se da cuenta más tarde, se puede sacar una lección. 🙂
      Gracias por tu comentario, Gregorio.

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