Reto enviado por Caba: cacahuete leproso.

            A veces me pregunto cosas, imagino que como todos. Preguntas sin respuesta se amontonan en mi cabeza y, en ocasiones, me hacen sentir tristeza. Hay días en los que consigo dar con la solución que despeja mis dudas, me da el valor que necesito para abordar la jornada y me siento capaz de todo.

            Hoy es un día de los otros.

            Vivo en este mundo rodeado de seres ajenos a mí, con los que no comparto nada. No solo respecto a mi lugar de procedencia; con quienes convivo no entienden mis palabras y me miran extrañados. Entre tanta cara hostil, no puedo evitarlo, me planteo si no me equivoqué al elegir el camino a seguir en la vida.

            Si bien es cierto que podría haber estudiado en la universidad de la tierra en la que nací, algo en la monotonía que lo rodeaba me hizo descartarlo. Mi sueño nada tenía que ver con ser uno más del rebaño, quería destacar, ser alguien especial. Sin embargo, aquí y ahora, debo admitir que echo de menos tener alguna cara amiga a la que recurrir, charlar con alguien que me comprenda.

            Me duele reconocer que mi madre, con la sabiduría que le había otorgado el paso del tiempo y esa inteligencia que brillaba en sus ojos pequeños, tenía razón. Ya me lo advirtió cuando preparaba la mochila para dejar su casa: “te tratarán como a un cacahuete leproso”.

            Y era verdad.

            Entiendo a lo que se refería, pues aunque sea un cacahuete sano y bastante robusto para mi edad, ningún maíz de los que conviven conmigo en esta bolsa ha conocido jamás a un cacahuete. Eso hace que ninguno quiera intentar conversar conmigo. Las pipas se unen a veces en grupitos y me miran, riéndose. Puede que las pasas estén en peor situación que la mía. Cuando alguna consigue salir de este lugar, en muchas ocasiones es devuelta a la bolsa. Todos huyen de ellas. Pero incluso las pasas tienen semejantes a los que unirse y charlar. Es cierto que hay otros cacahuetes en este sitio, pero se pasean desnudos sin ningún pudor y, tal y como me educaron, no puedo entablar amistad con ellos.

            Por eso, rezo día y noche, esperando a que llegue el día en que la luz que se abre cada siete días me iluminé a mí y me permita conocer lo que me espera al otro lado. Preguntándome si habrá valido la pena este calvario, esta soledad. Si habrá respuestas más allá de este hogar de plástico al que vine a parar sin mucho conocimiento. Soñando con avanzar un poco más en el camino que elegí seguir.

4 Comments

  1. jajajajaja vale, al principio habia pensao «ha tirao por lo facil»….pero no! luego le has dao un sentido, y muy bien hilao. Me ha gustao, me ha gustao mucho ese simil de la vida con un paquete de revueltos de estos.

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