Cada cual tiene un pasado que lo conforma

       Desde que había empezado su viaje a lo largo de las comunidades de la unión, el joven Emerit siempre ideaba rutas que le llevaran de vuelta a su aldea. Elladamn permanecía presente en cada paso que lo alejaba de sus campos, sus huertos y la brisa marina que llegaba a la plaza con la bajamar. Acostumbraba a planear las jornadas de viaje en las contadas ocasiones en las que cenaba en alguna taberna, por lo general compraba algunos alimentos en los mercados ambulantes de las poblaciones por las que pasaba y cocinaba él mismo donde parara a descansar. Cuando disponía de ese tiempo libre, esos momentos en los que otros cocinaban para él, lo empleaba en estudiar los caminos que o bien lo alejarían o lo acercarían a su aldea natal. Una vez al año, por lo menos, optaba por tomar aquel que lo acercara, pese a que, a la hora de la verdad, nunca se internaba en el camino que entraba hasta la plaza de Elladamn.

     20160825_201719 Viajaba de un lado a otro por las comarcas, vendiendo sus servicios como sanador. Su capacidad de ver en los ojos de las personas la Verdad había sido de gran ayuda para evitar ser engañado e incluso lo había salvado de cosas aún peores. La gente desconfiaba de los forasteros y no importaba que Emerit no llegara a la veintena: las mujeres lo miraban con recelo y los hombres no lo tomaban en cuenta. Los niños solían mostrar curiosidad, sin importar la comarca en la que estuviera. Algunas cosas eran tan comunes, que Emerit aprendió a identificar un patrón. De ese modo, y ayudado de su don, pronto aprendió a ganarse la confianza de los habitantes de las poblaciones y, en más de una ocasión, lo aceptaban como huésped en las casas más humildes.

       Aprendía algo nuevo cada día, sin importar dónde se encontrara. En los caminos, en lo más profundo de los bosques, en aldeas de lo más dispar… Añoraba la amistad, y algo más, que había dejado atrás y trataba de cerrar la herida abierta poniendo kilómetros de por medio. Sin embargo, una vez al año, la herida se abría y era entonces cuando se planteaba regresar. Una mirada castaña se colaba en sus sueños y despertaba con un nombre en los labios. Intentaba racionalizar lo que le pasaba, pero era en vano. Una breve locura se apoderaba de él y el norte lo reclamaba inexorablemente. La inquietud se apoderaba de su cuerpo y la tristeza que pudiera sentir se transformaba en ansia. Así se veía de vuelta, en el ciclo que había aprendido a identificar, poniendo rumbo a Elladamn.

       Llevaba ya años en los caminos, el ciclo se repetía por enésima vez, por lo que no le sorprendió verse caminando hacia allí. Apenas paraba para dormir, en esta ocasión una fuerza sobrenatural lo atraía con tal energía que podía imaginar unos hilos transparentes tirando de sus extremidades. No obstante, al llegar a ese camino, a la bifurcación donde se leía en el poste de madera el nombre de la aldea, se quedó paralizado. La energía que lo impulsaba a caminar cesó y las dudas nublaron su visión extra clara.

       Así había descubierto Satxen, la otra dirección que indicaba aquel poste. Un lugar apacible, pequeño y pintoresco, donde decidió instalarse pasados unos años. Todos sus habitantes se conocían entre sí, pese a ser característica común de todas las aldeas de la comarca del norte. Se encontraba en el interior de esta, cerca del límite con la comarca del oeste, rodeada de bosques y alejada del mar. Aquel había sido el punto más doloroso para Emerit, desprenderse del olor a algas y salitre y del sonido de las olas. No echaría en falta salir a pescar con su destartalado bote: era un muchacho de tierra.

dscf3301-ret       Por eso, tal vez, sintió de nuevo la llamada de los caminos y regresó a la rutina, al ciclo sin fin. Recorrer los senderos, conocer los secretos más oscuros de los habitantes que se cruzaban con él, enamorar a alguna jovencita con su misteriosa apariencia y tan curioso modo de vida, ayudar a sanar a enfermos… Conocerse a sí mismo en semejante viaje que había emprendido por dolor y que ahora se había convertido en la única forma que conocía para seguir adelante.

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