Sin beso de buenas noches no pudo pegar ojo hasta bien entrada la madrugada. Vio dragones, brujas y duendes proyectados como sombras en las paredes. Cuando distinguió la silueta de un hada, emitió un suspiro y cerró los ojos. Al día siguiente, su nieta fue a despertarlo; el cuento que debían haber leído la noche anterior en su manita. No entendió su mueca relajada. Lo que le contaron fue que el abuelo había empezado un viaje especial. Ahora cada uno comenzaba una nueva aventura; como esas que leían cada noche, juntos.