Unidad de Bienestar

     La Unidad de Bienestar permanecía activa en todo momento en la estación Ilargi: de ella dependía que la vida de cada uno de los habitantes de la colonia fuera lo más apacible posible. El control de los niveles de oxígeno y CO2 debía permanecer dentro de los límites establecidos; la temperatura, así como la humedad, debían ser las adecuadas.

     Lia acudía cada día a trabajar con una sonrisa en la cara, se sentía útil. Era consciente de que lo que hacían en su departamento pasaba desapercibido para la mayoría de habitantes, pero no le quedaba duda de que si algún día fallaban, todos los seres que compartían aquel rincón del espacio se acordarían de la Unidad de Bienestar.

     Lia sentía que tenía bajo control su existencia, se sabía feliz. Tenía una ocupación digna y una familia maravillosa. Vivía en un compartimento amplio junto a Ax y las dos hijas que tenían en común. Los cuatro vivían en una armonía cuadriculada. Ax trabajaba en el Sector Alimenticio. Las niñas estudiaban en la escuela de la estación. Todo marchaba bien.

     Así fue hasta el día en que Lia descubrió un archivo peculiar en su dispositivo de trabajo. Se disponía a actualizar los sonidos relajantes para la sala de espera del médico de la sección trece cuando lo encontró. Se trataba de un archivo de sonido. Lia activó su sensor auditivo personal para no molestar al resto de trabajadores, seleccionó el archivo y percibió en el interior de su cabeza algo que nunca había oído: la melodía de un piano. La mujer se sobresaltó, emitió un sonido sordo, pero ninguno de los presentes reparó en ello. Escuchó la melodía que describía el instrumento mientras los ojos se le llenaban de lágrimas y sentía erizarse el bello de sus brazos.

     Lia fijó la vista en el archivo que había aparecido en su dispositivo como por arte de magia. Se quedó paralizada un instante, consciente de su respiración agitada. Miró al resto de trabajadores de la Unidad y decidió comentarlo con su superior. Lia se sentía incapaz de explicarle con palabras lo que había escuchado, así que optó por mostrárselo. Ann desconectó su sensor una vez hubo escuchado unos pocos segundos. Miró a su subordinada y compuso una mueca autoritaria que Lia no había visto jamás. Ann no dudó, seleccionó con un gesto el archivo que flotaba ante ellas y lo eliminó de la unidad portátil de Lia. La mujer se quedó boquiabierta y sin palabras. Su jefa desapareció tras la puerta de su despacho y la dejó sola.

     Lia aguardó a que Ann estuviera dentro de su despacho y buscó en una de las carpetas en la que guardaba documentos personales dentro de su unidad. La copia del archivo de sonido seguía en ella. Emitió un suspiro y lo copió en la nube que compartía con Ax. Borró el que tenía en su dispositivo de trabajo y trató de calmarse empleando ejercicios de respiración. Se ubicó y retomó su tarea con la sala de espera del médico.

     Al regresar a su compartimento familiar, Ax notó que algo había cambiado en su compañera. Quiso saber qué había alterado su felicidad y ella se lo explicó, le mostró el archivo y él experimentó una reacción similar a la de ella. Sus ojos se humedecieron ante el sonido del piano, su espalda se agitó con un escalofrío.

     Ax sonrió con fuerza, abrió la boca para compartir con ella lo que había sentido, pero antes de que pudiera hacerlo llegaron las niñas de la escuela. Los dos se pusieron en movimiento, preparados para comenzar la rutina diaria, continuar con la educación de sus pequeñas, ejercitar los músculos para evitar los problemas derivados de la ingravidez y preparar el alimento necesario para que siguieran creciendo fuertes y sanas.

     Lia sentía que había comenzado una nueva era, su descubrimiento podría cambiar la vida de la colonia, hacerla aún mejor. Decidió investigar aquel archivo de forma secreta y acudir a un jefe de sección cuando tuviera algo más de información. La forma en la que había aparecido en su dispositivo seguía siendo una incógnita, pero no estaba dispuesta a dejar que ese hecho insignificante desviara su atención.

     La determinación de la mujer era fuerte, lo que no supo predecir fue que la de su jefa también lo era. Apenas llevaba cinco minutos en su puesto cuando un grupo de la Unidad del Orden se presentó en el compartimento de trabajo. Ann la señaló con un dedo desde la comodidad de su despacho.

     Lia actuó, sabía que no tenía demasiado tiempo pero debía enviar una señal. Tal vez la recibiera Ax o, incluso, alguien con mayor influencia. Seleccionó el archivo desde su nube personal y lo ejecutó con una cuenta atrás de un minuto. Los hombres de la Unidad del Orden llegaron junto a ella y la retuvieron con dispositivos de control de voluntad. Lia emitió un grito por la sorpresa, no sentía dolor pero era incapaz de moverse por voluntad propia. El resto de personas que trabajaban en la Unidad la miraron desconcertados, sin saber cómo reaccionar. Tal vez pensaban que se trataba de un error, pues que se supiera, Lia era una de las mejores trabajadoras y a todas luces, legal hasta la médula.

     Lia se dejó conducir por los agentes del Orden. Caminaba a paso lento por los pasillos de la estación cuando la cuenta atrás llegó a su fin. La melodía del piano sonó por los altavoces de la estación. En cada uno de los rincones, hasta en la más remota de las secciones de la estación, estaban escuchando el archivo de sonido. Lia cerró los ojos y sonrió con pena. No sabía qué sería de ella, pero había conseguido su cometido. Pues si algo le había quedado claro desde el momento en que escuchó la canción, era que no podría contribuir al bienestar de la estación si escondía el hallazgo que a ella le había proporcionado la más grande de las emociones.

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