La complejidad de lo sencillo

No es hasta media tarde que Koldo irrumpe en la casa, una bolsa al hombro, la sal en el escaso pelo y los labios, la humedad y el frío en las articulaciones, el cansancio en la mirada. Deja sobre la encimera de la cocina el pescado fresco, saluda a Mari con la cabeza y camina hasta el baño. La mujer limpia el pescado, lo prepara para cocinarlo más tarde y toca con los nudillos en la vieja puerta de madera. No hay respuesta. Toca de nuevo y asoma la cabeza en el reducido espacio. Su marido la mira sentado en el borde de la bañera, ella siente que su instinto clama por desaparecer de allí. No obstante, se para en mitad de la huida, no es fácil después de tanto tiempo metida en esa rutina. Los ojos de Koldo lucen la humedad que precede al llanto desconsolado y ella actúa tras años de quietud. Abre la puerta con brusquedad, camina con paso decidido hasta él y estrecha la cabeza de su marido entre sus brazos, besa su coronilla y suspira al percibir el abrazo de vuelta en torno a su cintura. Mari llora y sonríe. ¿Así de fácil era?

(Publicado en la antología «La mar y sus gentes» de letrasconarte.es).

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