Encuentros inesperados

                Aquella tarde, el sol brillaba en el horizonte y emitía un calor que hacía olvidar a los viandantes que el otoño ya había llegado. Ane caminaba a paso veloz con la idea de no perder el metro, como siempre, cuando se cruzó con aquel hombre. Sus ojos captaron algo en la mirada fría de él, que hizo que la joven se parara en mitad de la acera. Ella sintió erizarse cada bello de sus brazos  y la bajada de temperatura en la nuca que su abuela achacaba a la presencia de espíritus. Él prosiguió su camino como si nada.

                El tiempo se detuvo en aquel instante. Los ojos de Ane se abrieron formando una mueca  a medio camino entre la sorpresa y el pavor. Su boca quedó entreabierta, como quien olvida lo que estaba a punto de decir. Su cuerpo temblaba sin motivo aparente. El empujón de alguien que tropezaba con ella la despertó del letargo. El ruido  del tráfico la devolvió a la realidad y, sin dudarlo, se dio la vuelta.

                Fue entonces, en el preciso momento en que sus ojos observaron la nuca del hombre, al otro lado del paso de cebra, cuando él se detuvo en seco. Quedó petrificado, como ella segundos atrás. Ane rio histérica. Recordó a su abuela, tratando de abrirle los ojos, y a sí misma burlándose de su convicción: mi querida Anetxo, eres bruja y no podrás huir de ello. Desechó aquellas palabras y venció el miedo: siguió la sensación que la impulsaba hacia el hombre, caminó a paso lento, ausente. Temía encararse con él, pero no podía dejarlo pasar. Las prisas que tenía por llegar a coger el metro habían quedado olvidadas en algún  lugar de su cabeza. A medida que avanzaba, trataba de analizar la figura estática que aguardaba al otro lado de la calle. Intentaba comparar con algo conocido su apariencia, pero era imposible discriminar: había demasiadas opciones.

                El pelo, que llevaba peinado hacia atrás, lucía canas en algunos puntos, sin desmerecer el abundante pelo negro que cubría su cabeza. El traje que vestía era gris, elegante.  Y en la mano derecha, portaba un maletín negro. Demasiado común y, sin embargo, algo desentonaba en él.  Parecía uno más en aquel mar de hombres trajeados que cubrían la calle a esas horas, pero no lo era. La gente pasaba a su lado sin dedicarle siquiera una mirada. ¿Acaso no lo veían, ahí parado como estaba?

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                El miedo vibraba en cada célula de la chica, sus dientes castañeteaban sin razón.  Se encontraba apenas a un palmo de distancia y él continuaba congelado en el mismo lugar. ¿La estaba esperando? Dio el último paso en su dirección y un olor nauseabundo llenó sus fosas nasales. Intenso y desagradable. Un hedor a podredumbre. Rancio. Portaba en el aire la advertencia, pero ya era demasiado tarde.

                Ane lo había alcanzado, si levantaba el brazo podría tocarlo. Una melodía sonó en su cabeza y el ruido del tráfico quedó ahogado en ella. Ane, a su vez, quedó sumergida en la canción. Dirigió su mano izquierda al brazo del hombre para llamar su atención. Abrió la boca para hablar, pero notó un desagradable gusto a hierro en la boca, respiró una profunda bocanada de aquel aire y balbuceó dos palabras. Sus ojos fueron los primeros en caer, la debilidad se apoderó de todo su cuerpo y su cabeza chocó contra el suelo sumida en la inconsciencia.

                Despertó confusa, un corrillo de personas la miraba desde arriba y unas manos sujetaban su cabeza con gentileza. Buscó al hombre del traje, pero no lo encontró. Consiguió ubicarse, miró el reloj y se dio cuenta de que llegaba tarde a su cita con el fotógrafo. Agradeció la ayuda a los presentes y sin hacerles caso, sin parar a descansar, salió a todo correr en dirección al metro.

                No fue hasta esa noche, lavando su rostro con agua fresca, que recordó el suceso de la tarde. La tenue luz del baño hacía que su rostro apareciera sumido en sombras en el espejo. Ane sintió de nuevo la sensación, su piel erizada. El escalofrío hizo que cerrara los ojos, se tambaleó un poco, por lo que tuvo que apoyar las manos en el lavabo. Al abrirlos de nuevo, reconoció la frase inscrita, en negro, en el lado externo de su dedo índice. Se acercó la mano izquierda a la cara para observarlo con más detalle. Incrédula, la froto con la otra mano. Limpió la superficie con ahínco y una cantidad ingente de jabón, pero no se borraba.

                El miedo se hizo con el control de su cuerpo. El grito rompió el silencio que la rodeaba. El espejo se quebró en dos. La joven se arrodilló sobre el frío suelo y se llevó las manos a las sienes. Tampoco era capaz de borrar aquellas dos palabras de su cabeza. Las leía y repetía sin cesar…

TE CONOZCO.

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6 Comments

    1. Jajajaja podría ser. Pero entonces no sería en la calle en la que me lo he imaginado… me has dado qué pensar! Como bien sabes, Elladamn no pertenece a este mundo, pero es interesante pensar cómo sería en un futuro 🙂

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  1. Podría ser una escena de Resacón en Las Vegas, borrachera tremenda = tatuaje desconocido 😀

    Ahora en serio, qué relato más extraño me ha parecido. La verdad es que me gustaría que me contaras de «dónde» lo has sacado (la inspiración, me refiero). Me cuesta imaginarme la relación entre el misterioso hombre trajeado con maletín (¿un poco cliché no? será que una clásica cheerleader americana no da tanto miedo jajaja), y la frase escrita en el dedo de la protagonista.

    Interesante Ibone!!

    PD: Antes para comentar, el sistema daba la opción de iniciar sesión con google. Ahora parece que ha desaparecido.

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    1. Pues la idea me vino de empezar a fijarme, una tarde, en la gente con la que me cruzaba. Pensé si todos/as serían tan normales como parecían. Y entonces entró en juego mi imaginación XD
      Si que es muy típico el hombre trajeado, sí. Pero es que en mi imaginación, el Mal tiene poder y no me lo imagino paseando en chándal… jajajaja
      Con respecto a iniciar sesión, creo que es porque eres VIP jajaja ahora en serio… tendrás la sesión iniciada. ¡Los ordenadores tienen más memoria que nosotros!

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    2. ¡Aaay! Que no te he contestado a lo del extraño taruaje… Pues cositas extrañas que pasan cuando una bruja se mete donde no le llaman… Y ahora, tendrá la prueba para siempre, no es una desconocida para ese Mal que camina entre los mortales… muaajajaja
      ¡Gracias por tú comentario, Roby! Siempre haces buenas preguntas 😀

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      1. Vuelvo aquí después de leer la parte II, y la verdad es que la relación entre el extraño personaje y la «marca» en el de dedo de Ane, queda un poco más clara. Al menos, tenemos más información al respecto de este hombre, y sus intenciones (o funciones, que igual este ‘señor’ tiene que cumplir una función, y no tiene porque ser malvado en sí mismo…).

        Por cierto, yo también he pensado muchas veces en la gente que me cruzo por la calle. ¿Cuál será su historia? Me gusta tu enfoque malvado 😉

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