La magia de viajar

Al sur de la isla llegamos a un pequeño pueblo pesquero.

Callejones silenciosos de un blanco reluciente transmiten la palabra paz.

Los niños corren junto al puerto y hay gatos durmiendo a la sombra.

El olor del mar se cuela por las ventanas delanteras, el del pescadito frito por las de atrás.

El cielo, nublado en el horizonte; el viento,  furioso;  el corazón, en calma.

8 Comments

  1. Pues a mi, aqui sentado en mi «oficina», leyendo esto, me han entrado unas ganas locas de poder teletransportarme al mar y freir todos los pescaditos que en él moran y jamarmelos.

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